Adanowsky, hijo de some dude
-Entrevista-
-Publicada en Revista Open en junio de 2010-
Alejandro Jodorowsky es uno de esos artistas complicados que uno no sabe si es un genio o un farsante, al menos al inicio de este siglo, que fue cuando me tocó escuchar constantemente su apellido en el name dropping de fanáticos del cine, el arte, la poesía, el cómic y hasta el tarot.
Cuando me pidieron que entrevistara a su hijo Adán, quien incursionaba en la industria de la música, cometí el gran error de querer revelar la sustancia de este personaje agitando los humos que había dejado su padre. Ya visto a la distancia siento que esas eran mis preocupaciones en esa época, y está bien.
Adanowsky, obligado a inventarse
Hijo de Alejandro Jodoroswky –célebre cineasta, escritor y psicomago–, Adanowsky decidió andar su propio camino a través de la música. No niega traer consigo la imaginación de su padre pero confiesa que le ha costado trabajo ser tomado en cuenta por el público. Ahora tiene 28 años y presenta Amador, una especie de álbum-personaje que él define como un hombre romántico y oscuro, necesario para expresar el amor que Adán no puede manifestar en la realidad.
Mientras todos disfrutábamos de una infancia normal, Adanowsky era el hijo de un artista totalmente fuera de lo común, considerado genio por algunos y farsante por otros, un creador sin límites que crió a sus hijos en la libertad absoluta.
Adán vivía en París y era normal que figuras de la música, el arte y la literatura de la época, entraran y salieran por la puerta de su casa. La primera crítica musical que recibió fue hecha por George Harrison, el miembro de los Beatles que compuso Here comes the sun, ni más ni menos.
Estás muy lejos, le dijo el Beatle, después de que Adán rasgó su guitarra. Por otro lado, tenía permiso de comportarse como quisiera con su mente y su espacio. Si él lo consideraba necesario, llenaba las paredes con sus secreciones o se orinaba en la sopa. Esta condición no fue tan sencillo de asimilar en la vida fuera de su entorno familiar, pues aunque liberado de convenciones sociales y prejuicios, se sentía un ser extraño frente a los demás.
En la adolescencia, cuando desaparece su único cómplice –su hermano mayor–, comienza a refugiarse en la música, esa “casa llena de mutantes” como él. Inició una carrera como actor y director de cine pero, piensa él, “lo lógico era convertirse en músico con el tiempo”. Después de años de ser un bajista más en la escena francesa de mediana categoría, decidió convertirse en rockstar global, sin imaginar siquiera que era una pretensión bastante alta y difícil de escalar.
¿Cuál es tu primer recuerdo musical?
En la casa había un piano. Recuerdo que lo tocaba, cerraba los ojos y decía, ‘por favor Elvis Presley, ven y poséeme’. Sentía que su espíritu rondaba por ahí. Parece que nunca lo logré.
¿Querías ser poseído?
No. No era eso realmente. Estaba obsesionado con tener su talento. O el de Little Richard, o Jerry Lee Lewis o Mozart. No quería ser ellos, quería ser instantáneamente como ellos.
¿Cuál ha sido el papel de la música en tu vida?
En la infancia era mi amigo imaginario. Tuve una educación muy peculiar. Solo conseguía sentirme normal cuando ponía mis LP’s. Sin embargo, todo se acentuó cuando murió mi hermano. Yo tenía quince años y él era mi ídolo. En cierta manera me quedé sin modelo a seguir, solo me quedaron los discos.
¿Y ahora?
Bueno, me ha ayudado a abrirme al mundo, conocer personas que no me miran como a un loco. Nikola Acin, por ejemplo, de los Hellboys, fue una gran persona conmigo. Me dio mi primera oportunidad como bajista sin que tuviera el menor conocimiento de ese instrumento.
¿Cómo es que te decidiste a ser un rockstar?
Desde los veinte tenía pensado lanzarme como solista pero era muy malo. Me tardaba un mes en componer una canción de mierda. Ya no quería ser solo bajista, quería estar adelante, en el primer plano. Quería ser yo quien besara a las muchachas. Así que un día convencí a Yarol, de los FFF, para que me ayudara a grabar unas sesenta canciones.
¿En serio tu motor eran las mujeres?
Claro que sí, la creación era lo que menos me importaba. Yo quería el escenario.
¿Te ayudó ser hijo de Alejandro Jodorowsky?
No, para nada, fue todavía más difícil. Toqué la puerta de todas las disqueras francesas por seis años, hasta que un día un viejo cantante de los setenta me presentó a un productor, y pude grabar mi primer álbum.
¿Cómo te fue con ese primer disco?
Muy mal, se habló mucho porque en el escenario yo era un excéntrico, golpeaba enanos y me desnudaba, pero en el radio: cero. Sentí que la gente iba a mis conciertos por mi nombre, pero no pedían mis canciones en los medios.
¿Por eso buscaste al público latinoamericano?
No, no es así de fácil. El fracaso fue contundente. Se me bajaron los humos. En realidad quería huir de París. Quería salir de esa escena. Y cambiar de idioma parecía el mejor método.
¿Así nació El Ídolo, tu primer álbum?
Así es, traduje todo mi álbum al español y surgió El Ídolo. Un personaje déspota y prepotente que se las sabe todas. Como ya había experimentado el fracaso, me lo tome todo a broma. Al grado de matarlo en público. Cuando empecé con El Ídolo era un personaje pretencioso, y así era yo en las entrevistas. Eso me divirtió. La gente se lo creyó. Era perfecto. Jugué a que era un manipulador total. Eso es lo que me divirtió.
Y ahora que has matado al ídolo, ¿qué nos traes?
Decidí hacer un personaje totalmente diferente. Ahora soy Amador Adanowsy. Un romántico, místico, oscuro, que viene saliendo de las tinieblas para saborear la luz. Es un obsesionado con el amor que quiere dejar de estar solo.
¿Tus personajes son una parodia a los intérpretes latinoamericanos?
No. Bueno, en parte, Amador está influido por el tango y, cómo no, por los boleros mexicanos. Aunque suena más a Fleet Foxes. Pero no, en realidad todos los personajes que muestro son una parte mía. Son mis aliados. Me ayudan a expresar algo que no puedo expresar en realidad.
Si Amador es amoroso, ¿eso quiere decir que no puedes expresar amor?Sí, Amador es totalmente emocional. Habla con el corazón. ¿Sabes? Yo soy alguien que tuvo mucha dificultad para abrir su corazón. Amador es como una terapia. Aprovecho interpretarlo para explorar esa parte mía que no le muestro a la gente normalmente.
Hasta el carnicero debe cortar la carne como si cambiara al mundo
¿Utilizas la música como terapia?
Claro que sí. Todo artista lo hace. Pero no soy egoísta. Estoy influido por mi padre en esto que digo pero todos deberíamos querer cambiar el mundo. Aportar algo. A veces los artistas crean por puro ego. Y no. Hay que dar algo. Por lo menos hay que escribir cosas con lo que se identifique el mundo. No es imposible si no lo intentas.
¿Crees que todos deberíamos ser artistas?
Claro que sí. Y no me refiero a que todos seamos músicos o pintores. Hasta el carnicero debe cortar la carne como si cambiara al mundo. Si yo tuviera hijos y uno me dijera que quiere ser carnicero, le compraría los mejores cuchillos.
Pasaría horas observando su arte.
¿Cuál sería tu enseñanza, si tuvieras hijos?
Les diría que no hay muerte. Que la imaginación no tiene límites. Se supone
que somos el Universo, ¿no? Y si somos el Universo, somos eternos. No hay
principio ni fin, solo cambio. No es algo loco.
Hablando de eso. ¿Qué piensas de las fronteras entre países?
Las fronteras son mentales. Fueron creadas por nosotros. Las nacionalidades
son un invento estúpido del hombre. Soy un ser humano y ya, a la mierda, es
mi planeta. Puedo andar por donde yo quiera.
¿Hasta ahora cuál crees que haya sido tu más grande cambio?
El fracaso me vino muy bien. Me cambió la vida. Beso a las chicas y me sigo
sintiendo solo. Ahora quiero comenzar a crear.